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Castrillo de los Polvazares

Castrillo de los Polvazares es un singular pueblo de La Maragatería leonesa; describir con palabras este paraje enclavado a la derecha de la carretera que une Astorga con Santa Colomba de Somoza es complicado. Pocos pueblos del sur de León se conservan en su estado más atávico como lo hace a la perfección Castrillo: sus calles sin asfaltar y sus casas de piedra con ventanas de madera te invitan a viajar en el tiempo a una época lejana, una época en la que los coches no tenían cabida, razón por la que está prohibida la entrada de vehículos ajenos al pueblo para evitar el deterioro de las preciosas calles empedradas.

Los vecinos del pueblo son también especiales, mantienen la costumbre ancestral de saludar amablemente a todo el mundo que llega al pueblo, dispuestos a ayudarte en todo lo que necesites. 

Lo que más me gustó fue una casa muy diferente dentro de lo diferente, una preciosa vivienda de dos plantas con una escalera exterior de madera oscura perfectamente labrada y ornamentada adornada con todo tipo de coloridas flores, era lindísima.

Mi última parada fue en una taberna; no era una taberna normal, era completamente especial: en el interior había toda clase de objetos antiguos, cuadros modernos e, incluso, un pequeño escenario donde, en ocasiones, hay actuaciones musicales y teatrales; la terraza era como un cuento de fantasía, el techo lo formaban árboles de diferentes tamaños que servían como abrigo natural y el mobiliario se mimetizaba perfectamente con el ambiente al ser de madera.

En definitiva, recomiendo visitar este lugar tan idílico y bucólico que invita a soñar y a dejar volar la imaginación, a mí de momento ya me ha servido de inspiración para unos cuantos cuadros :)

 

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"Grietas"

...a veces, las palabras están tas incrustadas en el fondo del corazón, tan ancladas en las grietas y socavones de los daños de nuestro gran órgano, que les cuesta salir con armonía y libertad.

Duele y dolerá, recuerdo y recordaré y el tiempo parece estar detenido en un momento, en un instante del pasado que no quiere salir de mi cabeza; esa última caricia, ese último beso que juntó nuestros labios en uno solo, ese último "adiós cielo" y ese último mensaje de "ten cuidado por el camino" cabalgan por mi mente con total libertad para recordarme constantemente que un sentimiento absurdo sigue ahí, en lo más profundo, clavado y anclado como el ancla de un barco barado en la orilla de una playa llamada soledad. 

 

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Me iré

A veces tengo la necesidad de salir corriendo de aquí, de irme lejos, realmente lejos y olvidarme, por un tiempo, de todo lo que dejo atrás. Ser capaces de dejar atras todas las ataduras laborales, emocionales y familiares es una capacidad dificil de llevar a cabo. 

Somos seres sociales, seres que mejoramos y evolucionamos por medio de la interacción con los demás en un medio determinado, por lo que es muy dificil olvidarnos de todo lo que nos ha hecho ser como somos hoy. Pero, muchas veces, no estaría mal actuar como si fueramos otro tipo de personas, ir a vivir a otra ciudad e, incluso a otro país, ser lo que siempre te gustó ser o hacer lo que siempre te gustó hacer. 

Me gustaría irme a una ciudad grande o a un pueblo pequeño; la verdad que soy muy de extremos en ese aspecto; me gustaría lo concurrido algunos días y otros lo solitario, unas veces me gustaría ser una bohemia bucólica y otras una famosa fashionista. 

Quiero irme, necesito irme, a un lugar en el que no conozca a nadie en 200 km a la redonda; allí me pasaría las horas escribiendo, leyendo, dibujando o simplemente admirando un paisaje mientras bebo una taza de café.

Me gustaría irme a un lugar paradisíaco pero también me gustaría irme a un lugar gélido cubierto por nieve.

Quiero irme, necesito irme, a un lugar en el que tenga que vestirme como un esquimal para salir a la calle o a un lugar donde no necesite ropa para salir a la calle.

Me iré. 

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Tiempo

El tiempo, ese gran aliado que nos ayuda a descubrir que no hay mal que dure cien años, el que nos demuestra que después de la tormenta viene la calma y el que nos hace ver las cosas con más lejanía.

Una gran ironía del destino me llevo al mismo lugar en el que un día había disfrutado como una enana y  me di cuenta de algo: los momentos buenos son efímeros, se quedan en la memoria y, a veces, como esta, se quedan en el olvido.

Con el paso de los días y con ayuda del tiempo, de nuevo, te alegras de las cosas buenas que le pasan a la gente con la que compartiste momentos, disfrutas viendo su felicidad e incluso se escapa una sonrisa acompañada de una pequeña lágrima. Podemos llegar a tener mil cualidades y capacidades intelectuales pero, por mucho que nos empeñemos, no sabremos nunca olvidar a personas que hemos querido; les perdonaremos mil afrentas, nos alegraremos por su felicidad y disfrutaremos viendo sus logros pero nunca, pase el tiempo que pase, olvidaremos a esas personas y esos momentos cargados de cariño.

Gracias al tiempo perdonamos y alejamos de nosotros la ira y el rencor, gracias al tiempo recuperamos nuestra parte buena.

 

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Ella

Y fue entonces cuando se dio cuenta de lo valiente que había sido al enfrentarme, de cara, a esa situación tan dura y complicada.

Siempre había sido una chica especial, como todo el mundo le decía, diferente...no se guiaba por estereotipos ni modas, ella era como era y a quien le gustará bien y a quien no también.

No le importaba estar sola toda la vida, no quería ser la sirvienta de nadie y mucho menos que le impusieran unos ideales y una forma de vida totalmente contraria a la suya. Ella sabía que, en el fondo, no estaba preparada para compartir su vida con nadie; ella quería viajar por todo el mundo, aprender 3 o 4 idiomas, conocer países y culturas inhóspitas y poder realizar una labor social digna de ser recordada. Ella era diferente, bucólica y sentimental como los libros que solía escribir y era total e indiscutiblemente inteligente.

Como las ramas que se mueven por el fuerte vendaval y las hojas que caen cuando se acerca el duro invierno, ella se dejaba llevar por el ulular del viento entre su pelo; se guiaba por impulsos y sentimientos e iba donde la llevaba su corazón, un corazón tan solitario y tranquilo como los viajes que solía realizar. 

 
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Mi gran viaje a Bakio

Cuando ya estaba a punto de ahogarme en mis recuerdos, ella apareció. No sé en qué momento escogí ese destino, esa zona concreta, pero algo me hizo pensar que allí sería yo, que allí sería feliz. 

Ella es la ciudad que me enamoró, que me ayudó. Antes de su llegada pasé por otro destino igual de espectacular y armónico, Bakio; este pequeño pueblo tiene ese encanto típico de los pueblos del País Vasco, te engancha y te hace adicto a él.

Antes de mi llegada a Bakio, se acontecieron mil y unas peripecias: confusión en la línea de autobuses que debía seguir, ¿el hotel? ¿y dónde queda el hotel? -me dije a mi llegada-; jeje, madre mía, sola en un pueblo más allá de lo que hubiera imaginado y sin saber qué camino seguir...pero mereció la pena. Ese hotelito que elegí sin más miramiento que contara con unas buenas vistas para levantarme, mirar por la ventana y ponerme a dibujar o a escribir eran tan bucólico y especial como me había imaginado, otra casualidad, y los dueños eran los mejores 

-¿Y qué hace una chica leonesa sola aquí, tan lejos y en estas fechas?- me dijeron a mi llegada. 

-Necesitaba irme unos días, mucho frio en León-, les dije. 

Todas las mañanas, las que no llovía, bajaba a desayunar, saludaba a los dueños, me abrigaba y con mi bloc debajo del brazo y los lápices en el bolso iba a cualquier lugar; una vez elegido mi paisaje inspirador, me sentaba, escuchaba música, un tanto melancólica, y al lio. Ahora tengo mil dibujos para recordar ese viaje, dibujos que me recuerdan mucho mejor que una imagen como me sentía en ese momento. 

Miro hacia atrás y, aunque fue un momento triste, me gustaría volver a vivir ese viaje tan bohemio, mi gran viaje a Bakio. 

 

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Y sin embargo

Haciendo alusión al título de una canción del gran Sabina, empiezo el post de hoy.

Porque daba igual el tiempo que pasara, ella lo quería.

Porque a cada paso había un recuerdo, ella lo quería.

Porque no importaba la distancia, ella lo quería.

Porque aunque pasaran mil noches sin cruzar alientos helados, ella lo quería.

Porque a pesar de que las caricias ya no eran, ella lo quería.

Porque el anhelo era insostenible, ella empezó a quererse a sí misma. 

 

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EL DÍA QUE VOLVÍ A NACER

CAPÍTULO 1_ La noche definitiva

Era un día perfecto para ser disfrutado por cualquier persona normal, lógica y racional pero, también, un día perfecto para ese tipo de personas a las que les mueve la fantasía, la magia y la sorpresa. Sara tenía un poco de esos dos tipos de personas; en ocasiones era racional, metódica, guiada por un orden aterrador y en otras ocasiones se guiaba por impulsos basados en pensamientos animistas totalmente infantiles. Nada hacía presagiar que ese día fuera a tomar un matiz diferente. Ella tenía una idea muy clara y la iba a llevar a cabo.

La noche sombría solo se despertaba con las voces de jóvenes que vagaban por las calles de la ciudad, enfrascados con sus cazadoras y sus enormes bufandas para paliar el frio de esa gélida noche de invierno. Sara entró en ese lúgubre pub de la ciudad; era casi ensordecedor el ruido que allí había: música a todo volumen y el ruido del gentío que allí estaba, acompañado de esas luces de colores que ciegan a cualquier humano, convertían el ambiente en un lugar casi terrorífico para ella. Tenía una mala sensación, era como si supiera que algo malo iba pasar, algo que acabaría con su tranquilidad por mucho tiempo. Y, efectivamente, así sucedió, sus peores presagios se cumplieron. 

CAPÍTULO 2_ La huída

La primera razón por la que huyó lejos de su ciudad fue lo sucedido esa noche. Se dio cuenta que no podía seguir así, aferrada a unos sentimientos que lo único que hacían eran martirizarla y atormentarla todos los días al despertar. 

El tiempo pasaba y ella estaba completamente ilusionada con su futuro cambio de vida; con el andar de los días, iba organizando su "mudanza vital": compró un billete de ida pero no de vuelta, lo que alumbraba un destino definitivo lejos de un lugar que tan malos recuerdos le traía, también, en la distancia, busco una nueva casa, concertó unas citas para ver viviendas con varios propietarios justo para su llegada a ese nuevo sino. Y, casi a la hora de su marcha, se despidió de sus amigos y familia; intento explicarle a su madre porque necesitaba irse.

Mamá anhelo la felicidad sentimental que tenía antes, quiero volver a tener mi corazón y mi cabeza en calma y aquí solo tengo el amor que vosotros me aportáis y sabes lo soñadora que soy, la necesidad de encontrar un lugar en el que sea completamente feliz"-. Sus padres la entendieron, a sus hermanas, a las cuales estaba muy aferrada, les costó mucho hacerse a la idea de la marcha de su hermana pero la apoyaron porque era algo que ella necesitaba.

Abuelitos, os quiero como a nada, sabéis que ahora no soy feliz, que he sufrido mucho y también sabéis que en cuanto me establezca allí os llamaré e incluso con el paso del tiempo podréis venir a visitarme-, les decía a sus abuelos con un dolor aterrador en el corazón.

Después de visitar a sus abuelos, Sara se apresuró por ir a comprar las últimas cosas necesarias para el viaje. Llegó a casa y su madre le tenía la ropa perfectamente planchada y doblada encima de la cama.

Sara, deja que sea esto lo último que haga, en mucho tiempo, por mi niñita preferida, la más buena y compresiva. Te voy a echar tanto de menos,-decía  su madre con la voz quebrada-, prométeme que me vas a mandar mil fotos todos los días, que me describirás cada rincón de tu nueva casa y que me llamarás a todas las horas para decirme lo mucho que nos quieres y nos extrañas.

Sara se sentía extremadamente culpable al ver a su familia tan triste ante su inminente marcha, pero por una vez en su vida tenía que pensar única y exclusivamente en ella. Era una chica apasionadamente buena, hacía con gusto todo lo que los demás le pedían como favor y siempre confiaba en la gente que aparentemente la quería. Por esa forma de ser, precisamente, le había pasado todo por lo que ahora la inclinaba a irse.

Ella llevaba en la mano los billetes de tren y se daba prisa en revisar el bolso para verificar que toda su documentación estaba allí dentro. Sus padres cargaban con las tres maletas llenas de ropa y recuerdos que iba a llevarse y sus hermanas, simplemente, cargaban con las penas con lágrimas en los ojos.

Pequeña –decía su hermana gemela-, te voy a echar tanto de menos, no me imagino mi vida sin ti. Sé que esto es bueno para ti pero siendo egoísta no quiero que te vayas porque no sé cómo voy a continuar sin tu presencia.

Sara y su hermana tenían esa relación tan típica que suelen tener los gemelos, estaban todo el día juntas, se contaban todo tipo de confidencias, eran como si fueran la misma persona. Su hermana gemela siempre le había aconsejado que se alejara de ese chico que tanto daño le había hecho, pero en el fondo sabía que su hermana tenía que abrir los ojos por su cuenta; y tanto que los abrió, se estaba yendo muy lejos para poder ser feliz y olvidar a su dañino amor.

Sabéis que voy a estar bien, sabéis lo muy aventurera que soy y que esta etapa va a ser un gran capítulo de mi vida que voy a vivir con gran espiritualidad, dejando atrás todas las cargas emocionales a las que estaba aferrada, -decía Sara mirando a su familia justo antes de subirse al tren-. No me va a pasar nada, allí esta Jon, mi amigo que hace tantos años que conozco y él me ayudará a encontrar una casa y un trabajo. Confiar en mí. Os quiero y siempre os querré. Gracias por hacer posible este sueño por el que tanto he luchado todo este tiempo.

Se despidió de todos con un gran abrazo y por un momento sintió que las fuerzas le flaqueaban, pensó que su verdadero sitio estaba allí junto a su familia; pero ese momento de debilidad, que duro unos segundos, se esfumó cuando el vigilante del tren grito “Pasajeros con destino a Bilbao, entreguen sus billetes al revisor y suban al tren”; ella sabía lo que tenía que hacer, y lo estaba haciendo, por mucho que quisiera a su familia sabía que no podía seguir con esa vida de tristeza.

Bueno, llegó el momento, en cuento llegue os llamaré y, si es de día, os mandaré fotos de Bilbao. Mamá, Papá os quiero y siempre os querré. Y vosotras, hermanitas, ser buenas y llamarme a menudo. –se despidió Sara de su familia finalmente.

Se subió al tres y con lágrimas en los ojos se despedía de su familia con un gesto de adiós a través de la ventana. “Ay dios, espero estar haciendo lo correcto” –se decía para sí.

 

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La verdadera infancia

Continuamente añoro momentos en los que yo era la protagonista, momentos en los que todo el mundo se dirigía a mi hermana y a mí como "las niñas": ¿Dónde están las niñas?, ¿las pequeñas van a venir?, ¿están las niñas en casa?, esto es para las pequeñas...así se referían a nosotras mis abuelos, gente del pueblo, padres...en definitiva, éramos los "juguetines de la casa"; añoro, incluso, las normas y las prohibiciones que mis padres nos hacían cuando éramos pequeñas: "Lavaos las manos que vamos a comer y ya sabéis que si no las laváis es como si estuvierais comiendo con bacterias" nos decía siempre padre, o el "poneros la bata para comer" que siempre repetía mi madre. Echo de menos el vivir tan tranquilamente que nuestra única preocupación era acabar rápido de comer en verano para que se pasaran lo antes posible las dos horas y media de digestión y poder meternos en la piscina de 8 patas que teníamos siempre en el patio o llegar a las 10 a casa en verano, cenar lo más aprisa posible, estar listas para cuando llegaran los amigos a buscarnos y poder salir al mítico "fresco" y jugar a miles de juegos que hoy en día casi ningún niño juega por estar inmerso, casi hipnotizados, en sus videojuegos.

Quién no se acuerda de esos clásicos juegos a los que dedicamos tantas horas en verano, el brillé, planos, sangre, el escondite con botella, el pañuelo, el pañuelo por detrás...muchísimos y cada uno de ellos asociado a un recuerdo que está guardado de manera muy nítida en mi memoria como algo casi mágico. 

La infancia es, y si en algún caso no lo ha sido debería haberlo sido, la mejor etapa de toda persona, en ella vivimos los mejores momentos, forjamos las bases de lo que será nuestra futura personalidad, llevamos a cabo relaciones sociales imprescindibles para nuestras venideras interacciones en el mundo de adultos...y, honesta y sinceramente, es la etapa en la que somos, sin saberlo, más felices. El resto de la vida nos la pasamos intentando revivir esos momentos tan especiales, haciendo todo lo posible para poder inculcar el día de mañana a nuestros hijos todos esos valores y vivencias que nos hicieron tan felices en ese momento. Se convierte para nosotros en algo casi onírico, como un sueño, nos gustaría volver a ese estado de bienestar y tranquilidad pero es una verdadera utopía, un imposible. 

En definitiva, todos los padres deberían ayudar a sus hijos a que pudieran vivir ese tipo de infancia que nosotros vivimos, una infancia en la que los videojuegos y las largas horas frente a una pantalla no tenían cabida, una infancia en la que lo que realmente primaba eran los larguísimos veranos disfrutando de los amigos, de la calle, las mañanas o tardes ayudando a los abuelos a hacer cualquier tipo de cosa, las marcas en las rodillas y en los codos con las que presumir de "cicatrices de guerra" con los amigos, las carreras con bicis por el pueblo, las casetas que siempre se caían por arte de magia o las miles de gamberradas que "liábamos" por el pueblo.

A todos esos nuevos padres deciros que les brindéis a vuestros hijos la oportunidad de vivir una gran y maravillosa infancia que recordaran el resto de su vida. 

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Ni principes ni princesas

Todas las personas, indistintamente de hombres o mujeres, queremos encontrar a alguien que nos complete, que sea afín a nosotros y que nos valore como nadie más lo sabe hacer.

Desde siempre, desde pequeñita, creía que cuando fuera mayor, sobre ésta edad, estaría super feliz al lado de una persona maravillosa que me quisiera tanto como yo a ella; pero la vida no es tan "color de rosa" como nos venden los cuentos de Disney. En la vida real, de hoy en día, hay infidelidades, no hay sinceridad, ni amor real de esos que hipnotizan, no hay valores, ni siquiera hay amor propio. Por lo que he podido ver a lo largo de los años, por mi propia experiencia y por la de la gente que me rodea, siempre hay uno en la "pareja" que quiere mas, uno que perdona aunque su amor propio quede por los suelos, uno que solo vive por y para complacer al otro, uno que, en difinitiva, "está en Babia"; luego está el otro pie de la pareja, personas frias, manipuladoras, infieles, mentirosas...el primero tipo da todo pensando que todo va a acabar bien pero realmente, con el paso del tiempo, se va a ver a él mismo mirando a la nada a traves de la ventanilla del coche pensando ¿Por qué?, ¿por qué yo no?, ¿porque ella sí y yo no?, ¿tal vez sea  más que yo, más inteligente más guapa o más alta? ¿Por qué he sido tan tonta?-se preguntará, pero lo que realmente debería preguntarse es ¿Por qué ha pasado?...muchisimos porques sin respuesta que día a día hacen de todo una bolita que cada vez crece más y más hasta convertirse en una gran montaña interior que no te deja avanzar.

¿Tal vez se pueda ser feliz solo?¿sin nadie a tu lado, viviendo simplemente la vida a tu manera, con unos valores y unas metas?...no lo sé, quizás yo sea de esas medias naranjas que nunca encuentran a su mitad porque por sí solos pueden formar una naranja entera. Que complicado todo, y a veces la única manera de soltar todo es llorar, llorar y llorar como si fueras una niña caprichosa y frustrada.

Pasa el tiempo y te das cuenta que, cuando has querido de verdad, hay cosas que, simplemente, ni se olvidan ni se superan, sentimientos que ante cualquier recuerdo asociado a una canción, un lugar, un coche, una prenda de ropa, una expresión...nos hará llorar anhelando a esa persona, que no sabes porque pero la siguen extrañando y queriendo como una estupida. Los años generan muchisimos recuerdos, y la persona que los olvida de repente...no sabría decir como son ese tipo de personas...porque para mí es imposible olvidar momentos y personas con los que has compartido una parte muy imprtante de mi vida. En definitiva, la lucha constante entre los sentimientos y lo que debemos sentir es una autentica MIERDA.www.youtube.com/watch?v=oudDX4_t3Us   https://www.youtube.com/watch?v=3Vg2aB0ToO8

Sandra.

 

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