Tiempo

El tiempo, ese gran aliado que nos ayuda a descubrir que no hay mal que dure cien años, el que nos demuestra que después de la tormenta viene la calma y el que nos hace ver las cosas con más lejanía.

Una gran ironía del destino me llevo al mismo lugar en el que un día había disfrutado como una enana y  me di cuenta de algo: los momentos buenos son efímeros, se quedan en la memoria y, a veces, como esta, se quedan en el olvido.

Con el paso de los días y con ayuda del tiempo, de nuevo, te alegras de las cosas buenas que le pasan a la gente con la que compartiste momentos, disfrutas viendo su felicidad e incluso se escapa una sonrisa acompañada de una pequeña lágrima. Podemos llegar a tener mil cualidades y capacidades intelectuales pero, por mucho que nos empeñemos, no sabremos nunca olvidar a personas que hemos querido; les perdonaremos mil afrentas, nos alegraremos por su felicidad y disfrutaremos viendo sus logros pero nunca, pase el tiempo que pase, olvidaremos a esas personas y esos momentos cargados de cariño.

Gracias al tiempo perdonamos y alejamos de nosotros la ira y el rencor, gracias al tiempo recuperamos nuestra parte buena.