Mi gran viaje a Bakio

Cuando ya estaba a punto de ahogarme en mis recuerdos, ella apareció. No sé en qué momento escogí ese destino, esa zona concreta, pero algo me hizo pensar que allí sería yo, que allí sería feliz. 

Ella es la ciudad que me enamoró, que me ayudó. Antes de su llegada pasé por otro destino igual de espectacular y armónico, Bakio; este pequeño pueblo tiene ese encanto típico de los pueblos del País Vasco, te engancha y te hace adicto a él.

Antes de mi llegada a Bakio, se acontecieron mil y unas peripecias: confusión en la línea de autobuses que debía seguir, ¿el hotel? ¿y dónde queda el hotel? -me dije a mi llegada-; jeje, madre mía, sola en un pueblo más allá de lo que hubiera imaginado y sin saber qué camino seguir...pero mereció la pena. Ese hotelito que elegí sin más miramiento que contara con unas buenas vistas para levantarme, mirar por la ventana y ponerme a dibujar o a escribir eran tan bucólico y especial como me había imaginado, otra casualidad, y los dueños eran los mejores 

-¿Y qué hace una chica leonesa sola aquí, tan lejos y en estas fechas?- me dijeron a mi llegada. 

-Necesitaba irme unos días, mucho frio en León-, les dije. 

Todas las mañanas, las que no llovía, bajaba a desayunar, saludaba a los dueños, me abrigaba y con mi bloc debajo del brazo y los lápices en el bolso iba a cualquier lugar; una vez elegido mi paisaje inspirador, me sentaba, escuchaba música, un tanto melancólica, y al lio. Ahora tengo mil dibujos para recordar ese viaje, dibujos que me recuerdan mucho mejor que una imagen como me sentía en ese momento. 

Miro hacia atrás y, aunque fue un momento triste, me gustaría volver a vivir ese viaje tan bohemio, mi gran viaje a Bakio.