En la fauna ibérica, la variedad de especies es inmensa pero hay una provincia donde esa variedad es aún más llamativa, León. Esa peculiaridad no viene por la existencia de animales diferentes o exóticos, sino por la presencia de animales que en otros lugares de la península desaparecieron o nunca existieron.
Dos de esos animales son el oso pardo y el urogallo.
El oso pardo europeo, ursus arctos arctos, es un animal único. Las características que lo diferencian del resto de animales son abundantes, detallando las más especiales a continuación: a pesar de su tamaño, es un ser sutil en sus movimientos; es un animal solitario y tremendamente inteligente; en ciertos momentos, pocos, se deja ver, comparte con cierto encanto sus habilidades con sus congéneres y se va. Cuando llega el largo invierno, se guarda en sus profundas y preciadas montañas del norte.
El oso pardo es difícil de ver, oculta constantemente su existencia y solo, en momentos puntuales, podrás disfrutar de esa naturaleza tan salvaje e indómita, pero a la vez noble y fiel consigo mismo.
Una vez vi un oso.
Por otro lado, están los urogallos, tetrao urogallus, escasos y del mismo modo especiales, distinto a las demás especies. No se caracterizan por ser una de las aves más bellas, pero sí de las que menos abundan y más dificiles de encontrar.
El urogallo es escurridizo, no se deja ver fácilmente y si lo hace, es porque está 100% seguro de que no va a ser atacado. Si lo ves y escuchas ese “castañueleo” tan peculiar, te puedes considerar un afortunado.
Estás dos especies aparentemente diferentes, guardan mucho en común; si hiciéramos una similitud humana, se podría establecer parecido contigo y conmigo, el oso tú y el urogallo yo, ¿alguien lo podría dudar?
Los dos son, somos, seres escurridizos, temerosos del otro y del poder emocional que pueda ejercer sobre nuestra tranquilidad y vida solitaria. Seres capaces de aislarse del mundo, sin miedo a perder la cordura, de disfrutar de la naturaleza, de confinarse juntos creando un espacio donde el mundo pareciera detenerse, da igual que nieve, truene o haya 42 grados.
Me hubiera encantado, al urogallo le hubiera encantado, formar una pequeña tribu, quien sabe si de oseznos o de urogallos o ¿por qué no una mezcla de ambos?
Una parte de ese pequeño urogallo asustadizo se decía a sí mismo que no era posible, que no estaría preparado en el futuro para ello, pero ¿cómo estarlo si el oso no le hizo ver que él podría ser quien la formara con él? ¿Cómo saber si estás preparado si no estás en el suelo que te gustaría estar para formar ese nido, cobijo de esa tribu?
Tal vez los osos no estén realmente preparados para formar una tribu con una especie igual de solitaria que ellos, quizás el oso quiera experimentar con otras especies más llamativas y sociales antes de saber si está seguro de si lo que realmente quiere es un simple y sencillo urogallo.
Dejemos que el tiempo pase, que el urogallo siga su camino hasta poder formar el nido que en realidad siempre quiso, nido que le dio miedo reconocer que quería por no poder tenerlo como y cuando él quería.
Dejemos que el oso viaje, camine, explore, conozca y se desarrolle. Descubrir forma parte del aprendizaje aunque eso implique alejarse del urogallo y de su tierra.
Quién sabe, tal vez, algún día, oso pardo y urogallo se vuelvan a cruzar y puedan unir, en ese momento sí, su nido y su cueva en el mismo lugar.
Por ahora, seguirán siendo el oso y el urogallo, diferentes pero unidos por el mismo bosque.