Mi compañera de vida 2

Capítulo I: Los inicios

Desde el momento que llegué al mundo, he vivido largas temporadas en el hospital, primero acompañando a mis hermanas y después yo me convertí en enferma. Mis padres sabían que nacería con la enfermedad por lo que decidieron que recibiera una atención temprana aplicada por especialistas para minimizar, en lo posible, los síntomas de la artritis. Siempre me he preguntado qué hubiera sido de nosotras si la Seguridad Social no hubiera cubierto todos los gastos médicos de la enfermedad, solo mi inyección mensual cuesta aproximadamente 3000€,…no puedo ni imaginármelo pero probablemente no estaríamos en este mundo o mis padres estarían endeudados de por vida.
Hoy en día, de las tres, soy la más sana. Mis estancias en el colegio y en el instituto no fueron fáciles, faltaba largas temporadas lo que me impedía afianzar amistades verdaderas. A los 14 años sucedió algo que marcaría mi vida, aparecieron ellas, mis ángeles de la guarda,
las tres mejores amigas que cualquiera pudiera tener. Ellas eran algo tímidas como yo pero dio la casualidad que las cuatro nos sentamos en butacas anexas del salón de actos el día de la presentación del nuevo curso. Para todas era el primer día de instituto, estábamos aterrorizadas y solo necesitábamos encontrar a alguien que nos echara una mano emocionalmente. Isabella dio el primer paso con un “hola” entrecortado, María y Sara, gemelas, la siguieron con sus respuestas entusiastas y yo, después de un rato, respondí; desde entonces no nos hemos vuelto a separar.
 
Mis días transcurrían entre hospitales y clases. Desde que conocí a mis amigas todo fue mucho mejor, ellas me ayudaban con los deberes y me fotocopiaban los apuntes.
Con el paso de los años, mis hermanas iban mejorando, los médicos habían encontrado los tratamientos más idóneos para ellas lo que les ayudaba a llevar una vida más o menos normal.
Era una mañana de invierno y mi hermana Vera nos reunió a todos en el salón porque necesitaba contarnos algo muy importante para ella.
-Mamá, papá, hermanitas os he reunido aquí porque necesito deciros por qué estoy tan sumamente feliz. He conocido a un chico fabuloso. Es bueno, guapo, trabajador y me acepta con mi enfermedad. Lo conocí hace unos meses en el trabajo, él conduce una ambulancia y nos vimos por primera vez mientras trasladaba a un enfermo desde su casa –nos espetó de repente mi hermana.
Todos nos alegramos mucho por su noviazgo y teníamos muchas ganas de conocer a Jaime, así era como se llamaba él. Patricia no se tomó muy bien la idea de que Vera tuviera novio. Vera y Patricia siempre habían estado muy unidas, por esa razón Patricia tenía miedo de quedarse sola y que su hermana mayor no quisiera verla ni pasar más tiempo juntas.
-Patricia, cariño, sabes que te quiero con toda mi alma, hemos compartido los momentos más horribles de la vida y siempre vamos a estar juntas. No quiero que tengas miedo a perderme porque tu formas un pilar fundamental en mi vida y siempre vas a estar a mi lado-. Vera sabía que no podría pasar tanto tiempo con Patricia pero quería que su hermana se sintiera bien.
-¿Y qué pasa que yo no existo? Pati sonríe por favor, somos una familia y siempre vamos a estar unidos. Mamá y papá han luchado para que tuviéramos una vida feliz y así seguirá siendo, las tres siempre unidas y queriendo y admirando a nuestros padres –dije yo entre risas para calmar un poco la situación.
Después de un año de conocer a Jaime, llegó la boda. Vera estaba radiante, sonreía como nunca antes lo había hecho y mis padres eran felices al ver a su hija, por la que tanto habían luchado, ir al altar con el chico que amaba. Patricia, ese mismo día, conoció a un chico que la enloqueció; él trabajaba ese día de camarero en el restaurante en el que se celebro la boda. Mario, su futuro novio, y ella coquetearon durante toda la velada y al finalizar la boda se dieron los números de teléfono. Ese día todos estábamos felices, mis padres se besaban y abrazaban, mis hermanas sonreían y yo simplemente era feliz al ver a todos irradiando amor.
Poco a poco todo volvió a la normalidad, mi hermana mayor se fue de viaje de novios, Patricia empezó sus estudios como auxiliar de enfermería y yo seguía en el instituto con mis amigas. Mis padres cada vez estaban mejor, nosotras éramos independientes y la enfermedad aparecía solo cuando había frío y humedad.