Los Reyes de Tía Sandra

Hace unos años, cuando era una niña, vivía este día con autentica ilusión. Por la noche intentaba quedarme despierta para pillar a los Reyes dejando los regalos, pero nunca lo conseguía.

Cuando la gente preguntaba, ¿qué habéis pedido? Mis hermanas y yo siempre respondíamos lo siguiente: nada, lo que ellos quieran traernos. Alguien un poco ingenuo pensaría que éramos poco ambiciosas o conformistas pero si ya sabes de antemano lo que te van a traer, ¿dónde queda la magia y la sorpresa tan típica de la noche de Reyes? Además ¿quiénes éramos nosotras para exigir regalos?, suficiente que venían a nuestra casa con regalos los tres grandes y sabios Reyes Magos. También, nuestros padres nos estaban inculcando unos grandes valores que hoy en día intentamos trasmitir a Azahara, y dentro de esos valores no tenía cabida el materialismo.

Hoy, con el paso del tiempo, se ha perdido esa ilusión y no porque no soñemos o porque no nos guste que nos sorprenda, sino porque los años y las perdidas personales pesan mucho. A pesar de eso, este día lo celebramos para que Azahara viva una infancia con la misma ilusión que nosotras vivíamos este día.

Pero la Noche de Reyes presenta unos grandes dilemas para mí; no puedo ver y soportar cuando en la tv salen salones con familias, todas familias típicas algo chirriante (ese es otro tema), con mínimo 20 regalos cada una. Siempre pensé que cuando tenías muchos regalos, la esencia de este día perdía significado. Por ese motivo, llegue a la conclusión de que siempre regalaría cosas útiles y libros. A Azahara le regalaría algún juguete educativo y cuentos, que le encantan.

Mi gran sorpresa ayer, celebrando los Reyes con la gente del pueblo, fue cuando una señora le preguntaba a los niños qué le habían pedido a los Reyes; todos contestaban una larga lista de cosas y cuando le toco el turno de responder a Azahara ella dijo: nada, lo que ellos quieran traerme. Después de eso, enseguida busco con su mirada mi aprobación o más que mi aprobación, buscaba la mirada orgullosa de su tía ante esa respuesta. Y sí, una niña de 4 años ya es consciente de los valores que tienen los adultos, de lo que realmente quiere y lo que le produce satisfacción. Estoy segura de que los cuentos y la muñeca astronauta que le he comprado le van a encantar, además encierran un gran significado y grandes valores.

Bueno, que como siempre me voy por las ramas. Este post se suponía que iba a ser sobre el papel cantoso que suele envolver los regalos. En la mayor parte de las casas, la gente usa un papel demasiado pretencioso, un papel que te dice “¡mira qué bonito soy!”. Cuando ves un papel tan despampanante te imaginas que lo que hay dentro tiene que ser mucho más sorprendente. Es como que ese papel te condicionara a la hora de imaginar que es lo que puede haber dentro. Si es algo peor que el papel, te decepcionarás e, incluso, te guardarás el papel de recuerdo. En cambio si el papel es un mero trámite, sin importancia, que tienes que pasar para llegar a lo que deseas, el condicionamiento no existirá. Además, y más importante, la de kilos y kilos de papel que tienen que irse hoy a la basura, qué derroche y qué gran contaminación.

Por todo eso, decidí que este día y los que vienen usaría simplemente bonito papel de periódico. Elegí todas las hojas, evitando noticias tristes y me puse a envolver. Después de tenerlos todos, me parecía que quedaba un poquito soso, lógico. Así que le propuse a Azahara ir al monte. Allí cogimos unos cuantas ramas de escaramujo, encina y tomillo. Con eso, armé unos ramilletes y se los coloque encima de los paquetes. Ahora no solo eran regalos envueltos de manera ecológica, sino también regalos con un gran toque personal y olor incorporado. Eso si, espero que Azahara no ate cabos al ver la decoración tan parecida a lo que recogimos ayer. Pero por todos es sabido, que a los Reyes Magos les gusta mucho el campo y que, como ella, son protectores y defensores de la naturaleza.

El significado de usar este tipo de envoltorio es mucho más importante de lo que parece. En un mundo en el que se le da tanta importancia a lo de fuera, a la belleza física y a la superficialidad, hay que ir introduciendo, poco a poco, a los niños el valor de lo interior, a que sepan ir más allá, que no se queden con lo de fuera, que imaginen lo que hay dentro y que se atrevan a conocerlo. Además de enseñarles a no conformarse con hacer lo de siempre o a hacer lo que todo el mundo hace; enseñarles a romper la regla establecida, a reflexionar, a ser creativos, divergentes y a atreverse a saltar los muros del laberinto cuando no encuentren, después de haber probado 25 veces, la salida.