La verdadera Navidad

Desde mi perspectiva actual, la manera en la que disfrutes algo te define como persona. No hacen falta demasiados lujos, ni grandes cenas y mucho menos grandes pilas de regalos para disfrutar de la Navidad, lo único necesario es tener a tu lado a las personas que quieres.

La Navidad para una niña de pueblo empezaba en el cole, preparando la función navideña. Daba su pistoletazo de salida con esa actuación. Me encantaba ver a casi todo el pueblo reunido, admirándonos y aplaudiéndonos como si fuéramos estrellas de Hollywood.

 La Navidad para una niña cuya madre tenía una tienda empezaba un mes antes, cuando llegaban los higos secos, los pistaños, los turrones…nos poníamos las botas por adelantado. ¡Cómo disfrutaba poniendo los adornos navideños en la tienda de mamá!

Ahora y desde hace unos años, la Navidad empieza cuando, desde mi habitación, me despiertan los canticos de los niños de San Ildefonso, con su característica voz de pito jaja. Después de eso, siempre vienen las lamentaciones de los vecinos, amigos y familiares “otro año que no toca”, “el año que viene será”, “lo importante es tener salud”… y la alegría de los afortunados en la televisión. No hay ningún año que no llore viendo las caras de felicidades de la gente que celebra por haber sido agraciada con un décimo de lotería. Ah, y no se me puede olvidar la canción de “vuelve a casa por Navidad” de ese famoso anuncio de turrón, siempre lloro con él y con el anuncio del calvo…qué pena que lo quitaran. Recuerdo ir a buscar a mis abuelos con el coche para celebrar la Navidad en casa, recuerdo celebrar en su casa, nos recuerdo a mi hermana Miriam, a mi primo y a mí haciendo travesuras, a mi hermana Noelia grabándolo todo como si de una reportera se tratase y recuerdo a mi abuelo mirándonos por el rabillo del ojo por si hacíamos travesuras, nunca olvidaré su “pero que quinquilleros sois” y nunca lo olvidaré a él. Nos recuerdo de pequeños cantando villancicos, ayudando a abuela a preparar la vinagreta de los langostinos, aunque realmente molestábamos más que ayudábamos, siempre nos peleábamos por ver quién picaba los pepinillos, la cebolla o el pimiento…qué bonita es la memoria.

En la actualidad, en mi casa, al igual que en muchas, la Navidad no es lo mismo. No es lo mismo cuando se va una pieza fundamental de la familia. Pero, a pesar de todo, gracias a la Navidad vuelve a nosotros una esencia, que no sé cómo y por qué, el resto del año esta adormecida; vuelve la magia, nuestra parte infantil, esa parte que nos hacía vivir esas fechas con una gran alegría. Ahora, cuando se me olvida un poco esa esencia, cuando me acuerdo de los que no están, intento mirar al mundo con los ojos con los que miraba esa niña que era, con una mirada plagada de magia e ilusión.

A la Navidad, esa época en la que dejamos de ser un poco adultos y para ser un poco más niños.

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