Los últimos vestigios de vida

Hacía unos cuantos años que el amor de mi vida se había marchado de mi lado. Después de todo ese tiempo en soledad  solo había conseguido unas cuantas canas más y las arrugas, que antes existían en mi cara, ahora eran más profundas a causa de tanto llorar.

 

Él, mi Faustino, fue mi compañero de vida, mi cómplice, mi amigo, mi marido, mi todo. Él y yo nos juramos amor eterno desde el mismo momento en el que nuestros padres decidieron que estábamos hechos el uno para el otro o, más bien, cuando nuestros padres vieron que entre nosotros había unos intereses económicos comunes.

Cuando mis padres me comunicaron su decisión la acate con resignación porque era todo lo que una mujer de mi época y clase social podía esperar y merecer. Pensaba que nunca podría ver a ese chico como el amor de mi vida pero me equivocaba. A pesar de que no pudimos tener hijos, era lo que los dos más anhelábamos, vivimos muy felices, disfrutando todos los pequeños placeres que nos aportaba una vida llena de lucha y de trabajo.

Mi Faustino y yo trabajamos duro para tener una buena casa, con muchas habitaciones, calefacción, baño, cocina…para disfrutarla junto a nuestros sobrinos a esos que tanto queríamos y que tantas alegrías nos habían dado. Ellos eran muy importantes en nuestra vida.

Llegada la parte plena de la vida, la jubilación, los dos deseábamos estar en el pueblo, vivir felices, no nos gustaba viajar puesto que no habíamos conocido nada más que nuestro pueblo querido. Pasábamos la vida en nuestra huerta, dando paseos y visitando a nuestros sobrinos. Muchas noches de esas que ahora sobraban, las noches libres y de disfrute, las dedicábamos a hablar; mi Faustino y yo solo temíamos una cosa, que el uno se muriera antes que el otro. No sabíamos qué podríamos hacer cuando uno de los dos se fuera, sería tan duro de superar que nos iríamos juntos.

Después de unos quince años de disfrutar de la jubilación, mi amado Faustino se fue de mi lado. Ha sido lo más duro, decir adiós para siempre al que lo ha sido todo en mi vida es la peor batalla que estoy librando, paso las noches llorando, quiero irme con él y lo peor de todo es que he acabado aquí. Si mi Faustino me viera me diría “vente conmigo Dora de mi corazón”.

Mis sobrinos por los que tanto he dado, a los que tanto quisimos me han abandonado aquí, en esta residencia. Lloro y lloro por querer encontrarme con mi marido porque aquí nada me recuerda a él, aquí no está mi hogar y aquí he descubierto que la única persona que me ha querido de verdad a mis 89 años ha sido mi Faustino, mi Faustino con el que deseo encontrarme dentro de muy poco.

Niña guapa, solo te voy a desear una cosa, no hay nada más importante en la vida que encontrar a una persona que te quiera y te valore, yo te deseo que encuentres a un marido tan buena persona como lo fue mi Faustino porque entonces serás la mujer más feliz del mundo.

- Te juro Dora que más que luchar por una persona así a mi lado, intentaré ser tan bella  persona como eres tú.

A Dora, esa mujer que en tan solo en unos minutos me conmovió, esa mujer tan valiente y esa mujer digna de mención.

Resultado de imagen de pareja mayor enamorados