Lacónico

Tenía un título, una idea y algo que tanto había anhelado estos últimos días, tiempo. Había tenido el deseo irrefrenable de contar con algunos minutos para poder escribir pero ahora, que podía, no vomitaba ni dos párrafos seguidos, mi mente solo me dejaba desarrollar algo lacónico, sin sentido, sin sabor y un tanto infantiloide.

Me daba un poco de lastima no aprovechar el tiempo como me gustaría pero tal vez mi mente estaba intentando decirme algo. “Relájate, escribe cuando estés preparada, no es un deber, es un placer del que disfrutar”. Y eso hice. Cogí una película cuyo título me inspiraba, hice palomitas de esas en cuya etiqueta hay muchas E-, me tape con una manta e intente despejar mi mente de obligaciones. Trascurrieron cinco minutos hasta que cambie la posición fetal, mi preferida, que había optado al principio hasta que me senté como si estuviera meditando. No me sentía bien, estaba viendo una película pero mi cabeza estaba en otra parte, no sé por qué últimamente no podía estar haciendo cosas que no tuvieran algún “provecho”. No me permitía ni un minuto libre.

¿Será febrero con su superluna el causante de mi desequilibrio,  será la revolución de hormonas que lleva una semana y media conviviendo conmigo o será la lucha que se está desarrollando dentro de mí entre la persona perfeccionista y exigente producto de la sociedad en la que vivimos y la persona que disfruta haciendo lo que le gusta aunque no tenga ningún sentido?

No lo sé, pero aquí sigo, escribiendo, ganándole la batalla a esa señora perfeccionista  con la que convivo 24 horas al día, 7 días a la semana.

Resultado de imagen de manta y sofa