Del escrito arrugado entre las hojas del libro viajero (Relato 1)

Acabo de rescatar un escrito realizado a bolígrafo y papel de hace unos cuantos meses. Estaba dentro del libro que me acompañó en mi último viaje no solo físico sino, también, en uno de los viaje hacia la soledad interior.

A continuación transcribo a ordenador lo que en este papel está escrito; un papel arrugado, por un lado publicidad del pueblo en el que estaba y por otro mi letra pequeñita y estirada.

Son las dos de la mañana, no consigo dormir, me levanto y me siento en una de las sillas señoriales y antiguas que habitan el salón, no son modernas pero bien a gusto disfrutaría teniéndolas en mi casa.

Cada vez tengo más claro que no es el sofá, sino los cojines e, incluso, muchas veces ni siquiera son los cojines porque estos, inevitablemente trasmutan a una versión, en ocasiones, diferente a la esperada o deseada; por seguir con la metáfora, cambian de relleno, de espuma.

Da miedo ver como la vida nos hace cambiar, te da, te quita, te vacila, te hace dudar, pensar si estás en el lugar que te corresponde o en el lugar al que correspondes tú,  cuestionarte el sentido de tu presencia en este mundo tan, en algunos instantes, cabrón. ¡Qué miedo! Te sientes perdido, muy perdido, sin saber qué hacer o qué no. Quiero huir, pero ¿sería lo correcto? ¿Es más correcto hacer lo correcto o hacer lo que tu instinto te dice aunque no sea correcto? ¡Qué lío de palabras tan tremendamente incorrecto!

(Siento que me repito, parece que hace mucho que no leyera o no hablara con la gente, en aquel instante seguro pero  últimamente es lo que más hago)

Sigo con miedo, sola en el salón, con mi cabeza a punto de estallar, mis pensamientos son atronadores, me chillan pero en cambio, muy a mi pesar, en el altísimo habitáculo en el que estoy todo está en silencio. Solo están mis pensamientos, el silencio, la soledad, preciosos muebles antiguos y, de nuevo, muy a mi pesar,  mi única y jodida presencia.

No tengo ganas de estar aquí ahora mismo, ni siquiera tengo ganas de volver a la cama porque allí también me siento sola y vacía, aunque esté acompañada. Algunas veces lo he experimentado, el sentirse solo a pesar de estar junto a alguien, pero esta es una de las peores sensaciones que he podido probar. Qué complicado es el mundo a veces, nuestros problemas internos son un caos y en cambio la apariencia fuera parece diferente, todo se arregla con una bonita sonrisa acompañada de  un “todo está bien”.