Oscuridad

Días mustios, oscuros y sin intensidad. 

Aquellos primeros días del año parecían haberse confabulado para ser los peores. Todo alrededor era tristeza, muerte, destrucción...todo era inerte. Sin ganas de nada, ella se levantó, presagió una mala mañana pero no podía seguir ahogando su angustia en una cama cansada de aguantar sus lágrimas una mañana más. Su habitación estaba rodeada de objetos que la definían: al lado de su cama una vieja maleta, que ella había encontrado junto a un contenedor, hacía las labores de mesitas, al lado de esta había un caballete con un lienzo blanco que hacía meses que pedía ser pintado y, encima de su cama, unos cuantos móviles de plumas y hojas y un caza sueños elaborado por ella misma con unos cuantos palos; en su imaginación, todos estos objetos la obligaban a levantarse, la obligaban a soñar, a pintar, a escribir y a llenar su mesita-maleta de ilusiones por las que viajar en el trayecto más largo, el de la vida. 

Durante muchos años quiso recorrer este viaje acompañada pero después de unas cuantas bajas decidió que no hay mejor viaje que el que se recorre solo, con miedo y sin prisas. Adoraba la naturaleza aunque no solía salir de la ciudad, amaba el amor aunque odiaba esa sensación de presión y agobio en el pecho que suele venir con una relación intensa y soñaba sin querer ilusionarse demasiado con delirios diurnos en los que solía perderme muy a menudo. 

Después de muchos intentos, después de observar la crueldad con la que muchas veces nos sorprende la vida, llegó a la conclusión de que no hay nada más bonito que disfrutar cada minuto de esta corta existencia, que no hay que autodestruirse con pensamientos negativos y que no hay nada más irónico que la ironía. Ama la soledad pero también la compañía, alucina con la única compañía de su cama pero también con un tercero en ella, le enloquece un cuadro surrealista pero también uno realista, cree en el amor pero a la vez prefiere estar sola...ella y sus pensamientos contradictorios siempre en un eterno dilema.