¿Eres tú?

¿Por qué me siento así? -preguntó Sonia mientras lloraba escondiendo su cara en la almohada-, ¿Por qué aún recuerdo cada palabra,  olor, sonrisa, momento, abrazo, beso...? e incluso recuerdo la primera mirada y  frase que me dedicó...¿Por qué? -seguía insistiendo ella.

Su amiga María, que la acompañaba en la habitacion, le dijó dubitatiba ante su posible reacción-, porque aún lo quieres, porque aún estás locamente enamorada de ese idiota que te está robando la vida con cada decepción, con cada mentira y con cada huida y porque solo ves lo poco de bondaz que tiene en su alma. Lucha por recuperar tu vida y piensa que en algún lugar de éste mundo hay un hombre que está dispuesto a apostar por ti, que está dispuesto a mimarte, quererte y tratarte como una princesa el resto de tu vida. Pero, sobretodo, piensa que eres un diamante y los diamentes, como tal, no lloran, ni se oscurecen, solo brillan y brillan.

Pasarón los días y Sonía cada vez estaba mas triste e incluso no tenía ganas de intentar nada. Ella tenía un proposito, muy dificil pero proposito al fin y al cabo; anhelaba y deseaba con toda su alma poder olvidar al chico del cual estaba fervimentemente enamorada pero que ya no era suyo, quizás nunca lo fue, y volver a recuperar, acompañada o sola, su gran espiritualidad y vitalidad que tan bien la caracterizaban, recuperar la sonrisa con la que se despertaba cada mañana, borrar la tristeza de su alma y eliminar ese nudo en el estomago que la presionaba, pero, sobretodo, volver a ser feliz.

Los meses y el año iban llegando a su fín y la pequeña Sonia seguía sintiendose vacía; el recuerdo de su amor era cada vez más vago, casi no recordaba el tono de su voz, ni su olor, ni el tacto de su piel rozando la suya...en definitiva, hacía mucho tiempo que no lo veía y se notaba; todo esto la llevaba a hacerse una pregunta, ¿será que ya no lo quiero? o quizas nunca lo haya amado de verdad...

La Navidad llegó a su pequeño mundo; ella adoraba la navidad, pero desde que conocía a su amor todas las navidades habían tenido un sabor amargo: un año estuvó enfadada con él, otro lo vió con una chica en una discoteca y al siguiente...bueno, al siguiente, que erá éste, no sabía que había sido de él. La Noche Vieja, como todas, cenó con su familia, y como las tres anteriores lo recordaba al finalizar la cena.

¿Qué habrá sido de él? ¿estará bien?...- se preguntaba Sonia con alguna lagrima en los ojos. No lo había visto en todas las navidades y eso la martirizaba porque en el fondo deseaba saber de él, ver su sonrisa...en definitiva, aún lo seguía queriendo. Después de la cena en familia y las tradicionales uvas, Sonia y sus amigas salierón de fiesta en una ciudad cercana a su pueblo, ciudad en la que él vivía; la noche había ido genial, en contra de todas las predecciones, Sonia estaba disfrutando de la noche. Estaba en el pub al que siempre solían ir, pero esa noche había muchisima gente, cosa que Sonia odiaba, y decidió irse un rato fuera, a pasear o, siplemente, a respirar sus emociones que en ese momento la ahogaban. Había una niebla muy espesa en la calle, había bastante frio e incluso la noche tenía un toque bucolico muy especial; Sonia caminaba y caminaba sin un destino fijo, estaba absorta, andaba con la cabeza gacha...cuando algo en su interior le dijó que tenía que alzar la mirada. Sonia levantó la cabeza y miró al frente y ,de repente, una sombra alta y vigorosa estaba enfrente de ella...en ese momento Sonia solo se atevió a susurrar,- ¿Tú?, ¿Eres tú?...