Día de la mujer, uno de todos nuestros días

Ya era hora de que todas saliéramos a la calle, de que nos uniéramos, al menos una vez en la vida, espero que no sea la última, por defender nuestros derechos.

Siempre fuimos el sexo débil o eso decían; insistían constantemente en que las mujeres no estábamos capacitadas para hacer según que trabajos. Pero de eso poco queda y poco quedará con el paso del tiempo. Aún, a día de hoy, sigo viendo como muchos dicen que las nueras son las que tienen que cuidar de los suegros porque es su deber, el de ellas siendo nueras, no el de sus hijos; aún sigo escuchando hoy que la crianza y educación de los hijos le corresponde a la mujer…es que se ve que las mujeres en nuestro organismo tenemos un gen específico que la evolución desarrollo para servir y los hombres tienen el gen de recibir, es decir el de no cuidar a sus padres y el de no criar a sus hijos. ¡Qué hipocresía! Aún sigo viendo hoy como muchas mujeres ocupan trabajos que supuestamente se han hecho exclusivamente para mujeres: limpieza, magisterio, enfermería… volvemos a lo mismo, cosas de mujeres. ¡Me pongo de los nervios!

Tengo que remontarme hasta hace 88 años para ver cómo ha evolucionado el mundo y con él los derechos de la mujer. Siempre oí decir a mis abuelas que sin las mujeres los hombres no podrían vivir, que ellas eran las que tiraban de la familia sin ni siquiera quejarse y qué razón tenían. Mi abuela paterna tuvo a sus hijos prácticamente en la era; el día antes de tener a mi padre estaba trabajando allí y noto un fuerte dolor en la barriga y le dijo a mi abuelo que tal vez el niño estuviera en camino. A las pocas horas de eso, mi padre nació. Días después de tener a su hijo, mi abuela cogió sus vástagos, uno de ellos cargado a su espalda con una sabana y se fue a seguir trabajando a la era. No era suficiente con eso, ella venía del campo y tenía que limpiar, hacer la comida, recuperarse del parto, criar a dos bebés,…era una vida en la que la mujer más que persona era  una mula cuya existencia era trabajar y tener hijos. Gracias al universo, mi abuela tuvo suerte de tener a su lado a mi abuelo que la trataba muy bien pero no todas corrían la misma suerte.  En la época de mi abuela la mujer no tenía ningún tipo de potestad, incluso muchas eran maltratadas por sus maridos, ni siquiera podían ir a la ceremonia de bautizo de sus hijos, aún no sé muy bien la razón, necesitaban el consentimiento de su marido para todo, no podían ni siquiera vestirse como querían, si decidían quedarse solteras, pocas, eran tildadas de solteronas y amargadas y si alguna recibía una mala vida por parte de su marido tenía simplemente que aguantarse.

La vida de mi abuela materna fue un poco diferente, ella vivió una vida de inmigrante en el extranjero, pudo ver mundo y conocer diferentes culturas. Pero en lo básico, todo era igual; las mujeres no estudiaban, sus objetivos eran casarse y tener hijos, no había nada más allá de eso. Las mujeres no estudiaban ni practicaban la lectura como diversión, ¿para qué, si era el hombre el que se encargaba de todo el papeleo? ¿para qué va perder mi mujer el tiempo leyendo si debe hacer la comida para mí y mis hijos? Las mujeres para ellos no estaban capacitadas, estaban hechas para criar hijos y estar en casa.

Los años fueron pasando, con ellos llegó una terrible dictadura,  con la consiguiente cerrazón a nivel evolutivo. España se quedó atrás respecto a la evolución social que llevó Europa. Llegaron los ochenta y mis abuelas ya tenían hijos que se estaban cansando. Poco había cambiado. La mayoría de las mujeres dejaban de lado la idea de estudiar por ser unas perfectas amas de casa, tenían hijos y se dedicaban a su marido.

Pero no todas fueron así, hubo muchas valientes que dijeron no, que dijeron hasta aquí y que decidieron que ese tipo de vida impuesta no era la que querían vivir, querían ser más que esposas, madres y amas de casa, mujeres libres, valientes, con poder de decisión e independientes.

Ahora está en nuestras manos mantener no solo lo que lograron esas mujeres que se lanzaron a la calle reclamando sus derechos, sino también lo que lograron las mujeres en su casa y en sus pueblos haciendo guerra de guerrillas, consiguiendo día a día que se las respetara un poco más aunque fuera en su pequeño mundo.

Está en nuestras manos mantener la valentía que tuvo mi abuela paterna llevando no solo la falda sino también los pantalones, mantener el coraje de mi abuela materna de irse al extranjero para aspirar a un futuro mejor, mantener el respeto de todas esas luchadoras hacia el resto de mujeres, respetar a la compañera que decide maquillarse, a la que decide no hacerlo, a la que decide llevar falda o pantalón, respetar a la que decide criar a su hijo de otra manera diferente a la que lo hace el resto, respetar a la mujer que decide no tener hijos, respetar a la que decide quedarse soltera,…en definitiva, respetar a todas y cada una de nosotras, porque el primer paso empieza en nuestro propio genero.

Doy las gracias todas las mujeres de mi vida, a mis abuelas, a mi madre, a mi tía, a mis vecinas…porque gracias a ellas puedo tener lo que hoy tengo, una vida con más derechos, pero sobre todo por haber allanado el camino y ver que todavía queda mucho conseguir.

Soy maestra, el de los maestros es uno de los trabajos fundamentales en la trasmisión de valores y creencias y le prometo al universo que en todas de mis enseñanzas habrá un discurso de igualdad y respeto no solo al género femenino sino hacia todas las personas independientemente de cuál sea su sexo.

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