Del escrito arrugado entre las hojas del libro viajero (Relato 2)

Mismo papel, más abajo, no sé ni qué hora es. Quiero escribir algo y salir a la calle.

Todo este tiempo de vida ha sido bonito, unas veces arriba y otras abajo pero siempre aprendiendo y creciendo interiormente.

Las lecciones de este monstruo que es la vida han sido, muchas veces, amargas pero otras, también, dentro de lo malo, han sido esplendidas; el patrón se repetía, una y otra vez, cada vez con mayor grado de intensidad. Hasta llegar a él. Él llegó y se fue, pero la vida me dio la sabiduría que tanto había buscado, el porqué llegó. No era lo de fuera, no eran los demás, solo era yo y mi mundo interior.

Y después de todo, aquí me encuentro, escribiendo en una casa que no es mía, con la camisa del revés (me acabo de dar cuenta al ver la etiqueta), con ganas de clímax de alguien que parece estar a cien mil millas de aquí.

Pero, curiosamente, estos días, la lección llegó de nuevo a mí, la sabiduría me invadió y lo vi todo con más claridad aún. No importa cuán lejos se vayan las personas que quieres o, más bien, amas, no importa que no cumplan lo que dijeron o que no se ajusten a tus expectativas. Lo más importante es no atar a nadie, dejar que el pájaro vuele, que el saltamontes brinque, que el lagarto huya y que el grillo cante pero, sobre todo,  no importa lo que suceda mientras seas fiel a ti mismo, mientras te dejes volar, brincar, huir y cantar cuando lo desees.

El mundo está lleno de almas bonitas, unas son valientes y otras un poco miedicas. La belleza reside en dejar ir a cada una de esas almas que se cruzan en tu camino, dejando a elección propia el quedarse o irse, porque la que decida quedarse, será el alma predestinada a caminar junto a ti, construyendo y aprendiendo mutuamente, sin exigencias, ni expectativas terrenales, solo amor, sinceridad y magia.

Al final salgo a la calle, miro la torre de la iglesia y me siento en el banco de enfrente. Curiosa y misteriosamente el reloj empieza a sonar, 12 campanadas de una noche de finales de marzo. Hace calor, me siento, camino, observo la belleza del lugar, nadie en la calle y solo, muy a mi pesar, mis pensamientos y yo.