Siempre tú

Siempre fuiste calor aunque hubiera frío.

Siempre estuviste dentro de mí aunque los kilómetros separaran nuestros cuerpos. 

Siempre tuviste un abrazo de tranquilidad para los momentos malos.

Siempre eras el hogar de mi corazón aún librando la peor de las batallas,

Siempre  tenías esas arrugas de expresión forjadas por una preciosa sonrisa que tanto me gustaba, una mirada profunda resguardada por un par de cejas poco pobladas que me encantaba acariciar y tu pelo, siempre suave, en el que me encantaba perderme.

Siempre provocabas en mí un sentimiento, a veces confuso, que me hacía estremecer cada vez que te veía, mi corazón se aposentaba en mi boca cada instante que me mirabas y hacía que tuviera unas ganas irrefrenables de besarte. Esos labios tan perfectamente esculpidos que parecía que el mejor de los cinceles se hubiera aliado con el mejor de los escultores, unos labios diseñados para ser mordidos, besados, admirados, tocados o lamidos.

Siempre tenías esa facilidad para sacarme una sonrisa incluso en el peor de los momentos.

Tus labios eran la excusa más bonita para ponerme de putillas y tus caderas la mejor mecedora
cuando me cogías en brazos.

Todos los lugares eran perfectos si nosotros estábamos en ellos porque lo demás desaparecía, todo alrededor era borroso. En la mayoría de los momentos juntos, solo te recuerdo a ti, el fondo es confuso, no tenía más relevancia porque tú lo ocupabas todo.

Siempre alegre, optimista, cariñoso...todo positividad.

Siempre lográbamos hacer magia, para nosotros hacer el amor se quedaba corto porque una conexión tan centelleante solo puede ser equiparable a la magia.

Siempre me quedé con lo bueno, lo bonito y lo brillante, tú tenías las tres "b".

El invierno era más bonito, los paseos ahora tenían más sentido. Los abrazos, cargados de magia, me enseñaban lo maravilloso que puede llegar a ser un contacto físico. La lluvia era preciosa si nos pillaba caminado bajo un paraguas para dos o metidos en la cama hablando de lo increíble que era la vida si estábamos juntos. Esta ciudad ya no era gris, era un arcoíris si los dos estábamos en ella. Los debates entre nosotros eran graciosos.  La tele y las redes sociales no existían y el amor, aunque esa palabra se quede corta, lo era todo.

El miedo viene a menudo a mí. La magia se fue con él y el miedo se ha posado en mí como  un cuervo se posa en un cable de alta tensión, expectante, atento y precavido para aprovechar la más mínima
oportunidad. Ya no hago magia, hace más de nueve meses que no la hago, tengo miedo, mucho miedo. No volver a sentir esa preciosa sensación me aterra, algo tan bonito debería ser experimentado cada día de la vida. Nadie consigue que el fondo sea borroso y me centre en la figura, nadie consigue tocar la magia de mi alma. Descubrí  que lo bonito no era ponerse de puntillas, sino hacerlo con alguien que te enloquece. Ya no me gusta agarrar a nadie de la mano, porque ahora es aburrido. Ahora siento que esa
persona que era antes no volverá nunca, que se quedo encerrada en una jaula como un jilguero esperando ser liberado.

Ahora sé que la vida es arriesgar, apostar, dejar a un lado los miedos e ir por el camino que deseas porque los trenes, como bien alguien dijo, solo pasan una vez y después de eso nos pasamos la vida buscando algún tren parecido a ese pero no hay trenes parecidos, todos son diferentes.

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