Relatos a deshora I

Hoy me aprieta el alma y llora mi corazón; y es que no hay nada peor que una desilusión.

Hacía unos cuantos meses que no miraba la caja de recuerdos que tenía debajo de mi cama. Últimamente era un objeto muy recurrente del que tirar cuando me sentía triste. La caja era un amasijo de cartas escritas a boli, fotos, CDs de canciones antiguas, entradas de cine, conciertos, tickets e incluso un pañuelo de mi abuelo al que tanto extraño. Y si, la verdad es que soy muy sentimental; soy de ese tipo de personas  a las que le gustan  las caricias en la mejilla  aunque no vengan  a cuento, los abrazos cargados de un “tranquila, todo irá bien”,  la comprensión real, la admiración, el cantar en la ducha, el ir al monte y perderse, las sorpresas inesperadas, los "me encantas" o los "admiro tu...", el sentirse querido y no solo deseado, el surgir y no el exigir, el querer y no el deber, la libertad de acción…, soy de ese tipo de personas a las que una mentira o una verdad no dicha le destrozan el alma.

La vida es bonita, a veces complica y en otras ocasiones nos da algún tipo de lección. En nuestra mano esta saber detectarla, saber tomar decisiones y saber guiarse única y exclusivamente por lo que nosotros creemos sin tener en cuenta juicios de personas sin valores dignos de veneración.

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