Martes y trece

Hoy es un buen día para retomar la escritura.

La verdad es que nunca he sido demasiado supersticiosa, lo de la suerte no iba conmigo, siempre fui fiel seguidora de la magia, de los momentos especiales y de las situaciones que marcan un antes y un después.

Nunca creí en la suerte porque pensaba que si algo tenía que suceder sería gracias a nuestras decisiones, a nuestro esfuerzo y templanza y, sobre todo, gracias a la magia con la que llevábamos a cabo algo.

Cada vez tengo más claro que si algo no sucede no es porque no tengamos suerte, sino porque no tenía que ser o porque no le dedicamos el suficiente empeño para que sucediera.

Como es la vida ¿no?, tan cambiante, tan distante y tan sorprendente que a veces culpamos a la suerte de los hechos de los que los únicos responsables somos nosotros, nuestra valentía o nuestra cobardía para hacer o no hacer algo.

Yo no tengo miedo de cruzarme con un precioso gato negro, de hecho, cuando veo uno lo cojo, lo acaricio e incluso lo beso, porque no hay nada más mágico que ver a un gato con un calor tan bonito.

A mí no me horroriza romper un espejo, porque ni siquiera los espejos me hacen falta, ¿se ha roto? ¿y qué? pues peguemos los pedazos, de las grietas puede salir algo precioso.

Si algún día me caso, lo haré en martes y 13, ¿por qué no? Aprovechar un día que pasa de mucho en mucho es totalmente mágico. Y si tengo la ocasión, me subiré a un barco ese mismo día, ¿por qué no embarcarse un martes 13?

Pasar por debajo de una escalera es divertido, he pasado incluso 13 veces seguidas un martes trece con un gato negro en brazos después de haber roto un espejo, porque tentar a esa suerte tan supersticiosa me pone. :)

Por favor, no culpemos a la suerte o a la mala suerte de lo que nos pasa por tontos, por vagos  o por poco precabidos porque los únicos responsables de nuestro destino somos nosotros mismos.